Harmonia libertaria: rayuela

Una sociedad universal de pequeñas ciudades libertarias, autogestionarias, ecológicas, un poco urbanas y un poco rurales, con tejados que son jardines comestibles (huertos con flores) y cada manzana (pero manzana redonda, no cuadrada)tenga un parque comunitario que es un huerto.

10.12.2005

El osito de Marilyn


Nunca entendí por qué designio divino Norma Jean Baker se convirtió de pronto en nuestra pariente, porque apellidamos Monroy Blog (yaaaa). Dicen que ocurrió en 1948, cuando la Fox le otorgó un contrato de siete años y le asignó el nombre que la haría famosa: Marilyn Monroe, que a nosotros nos sonaba Monroy. A decir verdad, no nos hizo quedar nada mal y por eso fuimos alborozados partícipes de su gloria, así como sentimos profunda pena por su muerte.

Qué grato, entonces, leer detalles de la biografía de esta geminiana, que obedecía el mandato astral de sonreír con una inocencia perturbadora, y que a Dios gracias tenía un apetito medieval cuando lograba zafarse de las penosas dietas que le imponían los productores.

Marilyn tenía un alter ego a quien le atribuía todos sus deseos. Si de pronto quería tomar una cerveza, decía: “El osito quiere cerveza”. Si se ponía tierna y soñadora, decía: “El osito quiere un besito”. ¿Podía alguien resistirse a darle un besito al osito de Marilyn?

El origen del osito era tan conmovedor como la niñez de Marilyn. Resulta que el día que nació en Los Ángeles, la enfermera le regaló un osito azul que la acompañaría hasta los 16 años, cuando ese monstruo de celos que la desposó, Jim Dougherty, furioso por la naciente carrera de modelo de esa mujer que todavía se llamaba Norma Jean, destrozó el osito a tijerazos. Imagínense la escena de Marilyn de rodillas en el piso, recogiendo los restos de su mascota y enterrándolos luego en el jardín. (Sob, sob). Dicen que la madre la había depositado en diversos orfelinatos y que ni siquiera tenía certeza sobre la identidad del padre, de modo que el osito concentraba toda la ternura que le faltó a Marilyn en su infancia.

Ya libre del bestia de su marido firmó contrato con la Fox y se regaló otro osito de felpa que fue inmediatamente clavado en la puerta de su dormitorio. Marilyn le atribuía facultades somníferas, pues le bastaba sentirlo vigilando en la penumbra para dormir y espantar las habituales pesadillas de su infancia. Su nuevo marido, el beisbolista Joe Di Maggio no soportó ser un perfecto anónimo a su lado y se perdió, no sin dejar un mal recuerdo, porque Marilyn llevaba a su osito en todos sus viajes y había que clavarlo en la puerta de la habitación de hotel y contratar un botones para que a su vez cuidara al oso, no fuera a perderse en manos desconocidas. A su tercer marido, el dramaturgo Arthur Miller, le encantó el amor de Marilyn por su osito y lo mimó cumplidamente. Quizá esa fue la época más plena de cariño en la vida de nuestra pariente.

Cuenta Miller que Marilyn era de gustos modestos, entre ellos esa aberración norteamericana de llenar la sopa (el pollo, la hamburguesa, todo) de ketchup, aprendida quizá en el orfanato. Dice que comía su sopa cantando esta copla: “Siete virtudes / tienen las sopas: / quitan el hambre / y dan sed poca, / hacen dormir / y digerir, / nunca enfadan, / siempre agradan / y crían la cara colorada”. Para Miller esas virtudes eran los siete pecados capitales de Marilyn.

De esa costumbre de infancia la redimió el famoso pintor Andy Warhol, que tuvo veneración por Marilyn y con ese inmenso cariño inventó para ella sopas fantasiosas que bautizaba con el apellido “a la Marilyn”. Ahí les va una famosa receta de Warhol registrada por el maestro de este humilde discípulo: Abel González.

SOPA DE TOMATES CON HIGOS A LA MARILYN

“Andy Warhol hacía hervir medio litro de leche, le echaba igual cantidad de agua, condimentaba con pimienta, hierbas aromáticas, dos dientes de ajo y le agregaba una lata de sopa de tomate (Campbell’s, por supuesto). Después, le volcaba encima un paquete entero de puré de papas instantáneo. Lo revolvía suavemente para que se formara una crema y le ponía por encima perejil, huevo picado y pequeños trocitos de higo no muy maduro. Se sirve muy caliente, se le agrega leche si es necesario, y se acompaña con cerveza blanca. Dicen que a Marilyn le encantaba.